Broker

Broker es la segunda película de Hirokazu Kore-eda que se hace fuera de Japón, de igual manera se trata de una familia no biológica, si no un grupo mas o menos improvisado unido por una misma necesidad, inadaptados que viven al margen de la sociedad de Corea del Sur.

La cinta tiene una habilidad especial para que el melodrama sea más parecido a una crítica con un realismo social, ganándose por completo el sentimentalismo en su segunda mitad, con escenas intensas.

Broker está alineado con la gente común en las películas japonesas que pusieron en el mapa al director.

El comienzo es lento pero poco a poco la trama avanza a ritmo constante con la temática de road trip, dirigida con calidez por el protagonista de Parasite, Song Kang-ho.

El bebé Woo-sung, es abandonado una noche lluviosa en la caja para bebés de la Iglesia de la Familia de Busan, por su joven madre llena de angustias So-young, interpretada por Lee Ji-eun. La ventanilla en la pared contiene una canasta para bebés y mantas, con música de cuna relajante. So-young es seguida por los detectives Su-jin, interpretado por Doona Bae, y Lee, interpretado por Lee Joo-young, que están  investigando una red de traficantes de menores que operan coincidentemente afuera de esa iglesia.

Resulta ser que los traficantes no son una red muy organizada del mercado negro que todo mundo se imagina, solamente son dos personas con dificultades financieras que están buscando ganar algo de dinero mientras colocan niños no deseados en un buen hogar. 

Dong-soo, interpretado por  Gang Dong-won es el interno que labora medio tiempo en la iglesia y el socio mayor es Sang-hyun, interpretado por Song Kang-ho, que el jefe de una lavandería frecuentemente extorsionada por mafiosos de la zona.

De inicio, Lee tiene comentarios muy críticos sobre éstas cajas que alientan a madres irresponsables, no tengas un bebé si lo vas a abandonar, pero su investigación objetiva toca muchas razones complejas por las que una madre tendría para renunciar a un hijo. 

So-young cambia de opinión, regresando a la iglesia para poder recoger a su hijo, pero ya no se encuentra ahí, ni tampoco hay registros de él en el recinto. Cuando amenaza con ir a la policía, Dong-soo y Sang-hyun se sinceran, disminuyendo la importancia del lado monetario del negocio, esto hace que So-young empiece a ser la sospechosa y llega a un acuerdo con los detectives, por lo que se une al plan y salen a la carretera para reunirse con unos posibles padres adoptivos. Los detectives empiezan a seguirlos para poder concluir la investigación y arrestar a los traficantes en el acto.

Durante el camino, se une otro pasajero, el enérgico preadolescente Hae-jin, quien está huyendo de un orfanato donde Dong-soo tiene conocidos, haciendo la función de romper las barreras y las distancias entre los pasajeros, lo cual va fomentando una relación pseudo familiar, ahora son un poco menos cautelosos. Un sello característico de las películas de Kore-eda.

Las más grandes revelaciones vienen de So-young, explicando las angustias y las dificultades que le llevaron a tomar la decisión de dejar a su hijo en la Iglesia, en la camioneta de Sang-hyun, y en las conversaciones a escondidas con los detectives, quienes ya le han prometido clemencia a cambio de su ayuda. Pero conforme la historia progresa, incluso los detectives empiezan a mirar a los traficantes  con nuevos ojos al ser testigos de la amabilidad y el cuidado que ha unido al grupo.

En otras manos, el resultado pudo haber sido de formula, pero Kore-eda tiene un gran tacto y una manera característica de inyectar veracidad emocional y espontaneidad a cada escena.

Una vuelta en la glorieta casi al final de la película, ejemplifica el juego del director para convertir una historia que pudo haber sido un fracaso en un sentimiento noble, debido a que Sang-hyun redirecciona sus pesares paternos para consolar a Hae-jin que se encuentra asustado, mientras que Dong-soo comparte los problemas que el abandono puede ocasionarle a un niño con So-young. En una escena conmovedora durante el intercambio, se crea la idea de que ellos podrían formar su propia familia. 

Sin embargo, el director nos lleva a una solución menos directa y más tenue,  no hay manera de borrar las transgresiones y proporcionar a todos un perdón inmediato, sin embargo se abre una posibilidad, incluso con el profesional Su-jin. Los hilos de la trama policíaca se pueden  sentir como una sobrecarga narrativa, pero todo se envuelve en un homenaje a Paul Thomas Anderson con la canción Wise Up.

La conclusión nos da generosidad de espíritu y fe en la naturaleza humana, incluso si no coincidamos con la obra. Sugiere que criar hijos es un trabajo que se beneficia de muchas influencias, no debería de decirse y, sin embargo, parece que hay veces que se requieren estos recordatorios.

Las actuaciones son completamente memorables, con detalles que adornan y prestan atención a momentos de tristeza y de humor no forzado. 

Elaborada con mucho cariño en todas sus áreas, el largometraje se ve impulsado por los ritmos fluidos, acompañada por la gran selección musical que es proveída por Jung Jae-il. La fotografía también nos envuelve en su abrazo a través de las imágenes de Hong Kyung-pyo, que nos demuestran desde la desesperación de la primera escena rodeada de lluvia hasta la esperanza y liberación cuando un tren atraviesa el campo.

Hirokazu Kore-eda reconfirma ser un cineasta con una visión esencial.